viernes, agosto 11

I'm gone

Everything's good, I'm gone.
Kenna

El buen Kosh describió la situación muy bien. Para mi, la decisión de ayer significa dejar atrás un lugar que albergó una muy buena parte de mi historia reciente, desde cuadres, conocidas de gente, recibimientos y cumpleaños, hasta el momento de confort en medio de la tristeza y lecturas que hoy son vitales en mi presente.

Como menciona Kosh, sólo entre Tula, él y yo hemos dejado, a dieta de los mismos tintos y cigarrillos que Harold tanto recrimina (es que los traquetos, cuchibarbies y mozas que sólo irán una vez en la vida si le compran su ronda de Heineken, pero no le vuelven porque no se muestra uno), por lo menos veinte millones de pesos. Y ahora sume a esos veinte millones lo que pedían los invitados ocasionales y aquellos que también andaban con nosotros (osease, el Pandebono). No eran sólo cuenticas chichipatas de tres tintos, dos Kool y dos Luckies, era piña colada, era cerveza, eran cajetillas de cigarros, era simplemente nuestro lugar. Nuestro Central Perk, nuestro Cheers (where everybody -Tania Paola y Elizabeth- knows your name-), nuestra oficina.

Ayer, Kosh nos contó a Seb, Tula y yo cómo habían renunciado Tania Paola y Elizabeth, a quienes no sólo recordamos como las mejores meseras que he conocido en estos 21 años de vida sino como personas entrañables y geniales que no sólo atendían sino que se hacían querer (o sino recordemos esa penitencia que Tula debió hacer con Paola en un día de Bogotá Despierta). Eran seres humanos. No como este gigante egoísta, Gargamel de pacotilla, tumbalobas amateur, cretino de primera, tipo que, con la anuencia de su dueña (ella ignorante del verdadero oficio de Harold, es decir, levantarse a lobas, solteronas cuarentonas, jovencitas de buen parecer y cuanta mujer sola tuviese la desgracia de caer en sus lascivos ojos), que observó a Seb barajar cartas (como lo hemos hecho TODA la vida) y dice, con su inmunda voz mezcla de enano, pseudointelectual del Chorro y "yuppie" que prefirió administrar un café y descargar su resentimiento ante la sociedad que no vio su genialidad a resignarse y conducir un taxi o abrir un café Internet, "Amigo naipecitos no".

Gracias Harold Chávez por los favores recibidos. Hijodeputa.

Se solicita a todo lector de este blog que deje de ir al Altillo de la Hacienda (o Altillo del Sol, como pomposamente se hace llamar en estos tiempos).

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